MI MAMÁ ME MIRA...
...CON EL CORAZÓN
Mira a tus hijos
como te miras en el espejo. No para sacar parecidos sino para bucear muy adentro. Mira sus reacciones y
quédate un rato mirándote después. Pregúntate: ¿Qué tal tu día? Escucha cómo te
hablan la mayoría de las veces, siente cómo están y
así estarás. Todo está bien. Si estás mal también está bien, solo que viéndolo
podrás cambiarlo y ante ti, padre/madre hay un gran espejo dispuesto a
mostrarlo con plenitud.
Tengo dos hijos: G. tiene casi 5 años y E.
acaba de hacer tres meses.
En mi relación con ellos hay gente que me ha
preguntado “¿Cómo se hace?”
CON EL CORAZÓN.
Desde su más tiernos días les miro desde el
corazón.
Son mis grandes maestros, mi impulso a la vida,
mi razón (entre muchas otras) para vivir agradecida. Siento que G. es mi
maestro en la fuerza, en apostar por mi lugar, en crearme de nuevo. Siento que
E. lo es en la confianza, en lo concreto, en seguir adelante. Los dos lo son en
la paz y en el amor, también en el miedo.
Gracias a ellos aprendo a mirarme y sé que si
algo les pasa es que mi vibración está desajustada. Sé que si pienso “ay, se va
a caer” se caerá segundos después. Sé que si no lo pienso podrá evitar la caída
o levantarse airoso si sucede. Así, respiro profundo y le miro correr, escalar,
relacionarse, retarse…sin perderle de vista y sin intervenir (salvo emergencia).
Sé que si lloran es que estoy - aunque no lo
sepa - llorando muy adentro. Entonces respiro y les hablo, buscamos
posibilidades, responsabilidades y pactos y así vamos creciendo todos un
poquito más, despacio, como las cosas que permanecen en la vida; construyendo
una memoria celular y emocional que nos capacita y fortalece para seguir
adelante.
Mi primer gran maestro ha sido G. pero son los
dos con sus voces y sus ojos quienes me han presentado mi corazón, mis emociones
más profundas, mi fuerza, mi sabia, mi paz absoluta, mi fragilidad. A todas y
cada una les doy la bienvenida.
Sobre cómo hablamos con el corazón no se
decirlo. Simplemente ocurre. Si reclaman escucho mis latidos y respondo. Entonces todo fluye…o no (atascarse
en el proceso es sólo un paso más del mismo) pero sé que si yo estoy tranquila
avanzan serenos.
Sé que si el más pequeño llora, algo no estoy
incluyendo bien en mí. Varias veces me han puesto ya frente a este ejemplo.
G. hace años, recién cumplidos sus tres: Me
encontré por la calle a una mujer que tiempo atrás me causó dolor. Saludé al
verla venir, sonreí, compartí (“todo queda y todo pasa, pero lo nuestro es
pasar”) y G. en mis brazos, sin saber mi historia ni quién era aquella mujer,
él que es sociable siempre, se escondió contra mi hombro: “Vámonos, mamá, ella
no me gusta. Deja a mi mamá”. Sonreí y tranquilamente nos marchamos. Ya lejos le susurré “gracias…” y le abracé fuerte.
Hace unos cuantos días viví un encuentro que
para mí era motivo no declarado de desajuste. G. ya es mayor y estaba rodeado
de amigos. E. lloró todo el día, nada le
calmaba.
Yo fui la adulta responsable y educada que ya
he aprendido a ser pero nada funcionaba con el bebé que sigue conectado a mis
remolinos más profundos, aquello que late muy adentro, aquello de lo que muchas
veces ni siquiera somos conscientes. Hice un ejercicio profundo de honestidad
conmigo misma, paseamos, había mucho viento y hablé con los tres: con E.,
conmigo y con el viento. Prometí en voz alta reconocer e incluir en mí ese
malestar, prometí que el viento estaba ahí para limpiarlo y nos calmamos. Sólo
a partir de ese momento dejó de llorar.
Es fácil pensar que educar y criar hijos o
enseñarles (cosas completamente diferentes que yo aglutino en “acompañar”) es
mostrarles la vida, mostrarles o demostrarles de qué va esto, decirles cómo son
las cosas, que den las gracias, que compartan, que pidan perdón para ser buenos
ciudadanos por encima de todo. Que no peguen. Les pedimos todo eso, más o menos
amablemente según las posibilidades y las formas de cada uno, pero… ¿predicamos
con el ejemplo?
Queremos que nuestros hijos sean buenos. A
menudo, sin embargo, olvidamos que ya lo son.
GRACIAS.
Precioso. Gracias por compartirlo
ResponderEliminar¡Gracias! Es muy bonito saber que te sirve. ´¡Que pases un buen día!
Eliminar¡Gracias!
ResponderEliminarLo comparto :)
Gracias a tí, compañero! :)
EliminarGracias como mamá y gracias como maestra!!
ResponderEliminar¡Gracias, Clara!
EliminarSigo aprendiendo en el camino.
Qué buen aprendizaje me llevo, Nahia. Eres todo conexión.
ResponderEliminarGracias por la bondad de compartir.
¡Gracias, Jaime!
EliminarOjalá...sigo buscando y profundizando más y más en la conexión. Aprendiendo de cada paso en el camino, ya sean tropiezos o saltos :)
¡¡¡Nahia!!! ¡¡¡ Qué bonito y qué sabio!!!
ResponderEliminarTe admiro de siempre ,¡¡ pero ahora más!!
¡¡Que suerte tienen G. y. E.!!