domingo, 26 de abril de 2015

MI MAMÁ ME MIRA




     MI MAMÁ ME MIRA...
...CON EL CORAZÓN         


 
Mira a tus hijos como te miras en el espejo. No para sacar parecidos sino para  bucear muy adentro. Mira sus reacciones y quédate un rato mirándote después. Pregúntate: ¿Qué tal tu día? Escucha cómo te hablan la mayoría de las veces, siente cómo están y así estarás. Todo está bien. Si estás mal también está bien, solo que viéndolo podrás cambiarlo y ante ti, padre/madre hay un gran espejo dispuesto a mostrarlo con plenitud. 


Tengo dos hijos: G. tiene casi 5 años y E. acaba de hacer tres meses.
En mi relación con ellos hay gente que me ha preguntado “¿Cómo se hace?”

CON EL CORAZÓN.

Desde su más tiernos días les miro desde el corazón.
Son mis grandes maestros, mi impulso a la vida, mi razón (entre muchas otras) para vivir agradecida. Siento que G. es mi maestro en la fuerza, en apostar por mi lugar, en crearme de nuevo. Siento que E. lo es en la confianza, en lo concreto, en seguir adelante. Los dos lo son en la paz y en el amor, también en el miedo.

Gracias a ellos aprendo a mirarme y sé que si algo les pasa es que mi vibración está desajustada. Sé que si pienso “ay, se va a caer” se caerá segundos después. Sé que si no lo pienso podrá evitar la caída o levantarse airoso si sucede. Así, respiro profundo y le miro correr, escalar, relacionarse, retarse…sin perderle de vista y sin intervenir (salvo emergencia).

Sé que si lloran es que estoy - aunque no lo sepa - llorando muy adentro. Entonces respiro y les hablo, buscamos posibilidades, responsabilidades y pactos y así vamos creciendo todos un poquito más, despacio, como las cosas que permanecen en la vida; construyendo una memoria celular y emocional que nos capacita y fortalece para seguir adelante.

Mi primer gran maestro ha sido G. pero son los dos con sus voces y sus ojos quienes me han presentado mi corazón, mis emociones más profundas, mi fuerza, mi sabia, mi paz absoluta, mi fragilidad. A todas y cada una les doy la bienvenida. 

Sobre cómo hablamos con el corazón no se decirlo. Simplemente ocurre. Si reclaman escucho mis latidos y respondo. Entonces todo fluye…o no (atascarse en el proceso es sólo un paso más del mismo) pero sé que si yo estoy tranquila avanzan serenos.

Sé que si el más pequeño llora, algo no estoy incluyendo bien en mí. Varias veces me han puesto ya frente a este ejemplo.

G. hace años, recién cumplidos sus tres: Me encontré por la calle a una mujer que tiempo atrás me causó dolor. Saludé al verla venir, sonreí, compartí (“todo queda y todo pasa, pero lo nuestro es pasar”) y G. en mis brazos, sin saber mi historia ni quién era aquella mujer, él que es sociable siempre, se escondió contra mi hombro: “Vámonos, mamá, ella no me gusta. Deja a mi mamá”. Sonreí y tranquilamente nos marchamos. Ya lejos le susurré “gracias…” y le abracé fuerte.
Hace unos cuantos días viví un encuentro que para mí era motivo no declarado de desajuste. G. ya es mayor y estaba rodeado de amigos. E.  lloró todo el día, nada le calmaba.
Yo fui la adulta responsable y educada que ya he aprendido a ser pero nada funcionaba con el bebé que sigue conectado a mis remolinos más profundos, aquello que late muy adentro, aquello de lo que muchas veces ni siquiera somos conscientes. Hice un ejercicio profundo de honestidad conmigo misma, paseamos, había mucho viento y hablé con los tres: con E., conmigo y con el viento. Prometí en voz alta reconocer e incluir en mí ese malestar, prometí que el viento estaba ahí para limpiarlo y nos calmamos. Sólo a partir de ese momento dejó de llorar.

Es fácil pensar que educar y criar hijos o enseñarles (cosas completamente diferentes que yo aglutino en “acompañar”) es mostrarles la vida, mostrarles o demostrarles de qué va esto, decirles cómo son las cosas, que den las gracias, que compartan, que pidan perdón para ser buenos ciudadanos por encima de todo. Que no peguen. Les pedimos todo eso, más o menos amablemente según las posibilidades y las formas de cada uno, pero… ¿predicamos con el ejemplo? 

Queremos que nuestros hijos sean buenos. A menudo, sin embargo, olvidamos que ya lo son. 




GRACIAS.

9 comentarios:

  1. Respuestas
    1. ¡Gracias! Es muy bonito saber que te sirve. ´¡Que pases un buen día!

      Eliminar
  2. Gracias como mamá y gracias como maestra!!

    ResponderEliminar
  3. Qué buen aprendizaje me llevo, Nahia. Eres todo conexión.

    Gracias por la bondad de compartir.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Gracias, Jaime!

      Ojalá...sigo buscando y profundizando más y más en la conexión. Aprendiendo de cada paso en el camino, ya sean tropiezos o saltos :)

      Eliminar
  4. Maria José Hipólito21 de junio de 2015, 7:42

    ¡¡¡Nahia!!! ¡¡¡ Qué bonito y qué sabio!!!
    Te admiro de siempre ,¡¡ pero ahora más!!
    ¡¡Que suerte tienen G. y. E.!!

    ResponderEliminar