CUANDO TE MIRE CORRER...
...ibas
tras una perla. Poéticamente hablando siempre corres tras las perlas, pero esta
era “de verdad”.
Una
amiga te la había regalado, blanca y redonda, pulida y completa. De plástico. Un
tesoro donde los haya, un regalo de corazón.
Jugabas
con tus amigos en unas escaleras, subiendo y bajando, riendo.
De
repente, la perla se escurrió de entre tus manos y salió botando rumbo a la
carretera.
Yo
estaba pendiente del carrito de tu hermano, muy bebé y muy dormido.
En un
segundo mucha información cruzó por mi mente, la peor imagen también: la perla
a la carretera, tú detrás, un coche cerca.
Mi
cuerpo se tensó, frené el carrito para que nada lo moviera y estuve a un
segundo de salir corriendo, retenerte, coger la perla por ti y evitar la peor
posibilidad.
A la
vez sentí que pasaban por mi cuerpo la seguridad y la confianza. Un cálculo inconsciente
de que por su fuerza y trayectoria la perla no alcanzaría la calzada. Mi oído y
mi vista detectaron la manzana libre de tráfico y mi respiración me invitó a
confiar en tu capacidad de detenerte a tiempo o de lograrlo.
Veía tu cuerpo
correr, capaz y resolutivo para alcanzar a tiempo tu tesoro.
Dispuesta
a saltar ante el mínimo peligro, me entregué por completo a la confianza. Algo
dentro de mí sabía que no debía hacerlo por ti, que lo conseguirías y que si
no, si algún peligro acechaba, tu atención, tu responsabilidad y mi disposición
serían capaces de contenerte a tiempo.
Así
fue. Lograste atraparla airoso sin que saliera de la acera. Se destensó mi
cuerpo de leona preparado para la caza. Se dibujó en el tuyo el gesto del
triunfo y sin saber que te había estado observando corriste a abrazarme. Había
sido un reto para los dos.
Siempre
tenemos al menos dos opciones: intervenir o no. En medio hay posibilidades
infinitas sobre el cuándo, el cómo, el desde dónde intervenir… o no.
Me
surgen estas preguntas y a ellas invito: ¿Actuamos o reaccionamos? ¿Desde la
confianza o desde el miedo?
Acompañar
a crecer a los hijos supone, para mí, un viaje constante hacia la confianza. A
veces tengo miedo, claro que sí, y gracias a él inicio el viaje y logro la
meta.
Educar
en confianza nos devuelve hijos capaces, responsables, orgullosos y, sobre
todo, LIBRES.
GRACIAS.