jueves, 29 de mayo de 2014

Esto es tuyo




ESTO ES TUYO. Las emociones y el reflejo.

 

Conocer cada emoción y la parte del cuerpo en la que late más fuerte para avisarnos de su presencia, es un gran descubrimiento. 

Desde ahí, podemos identificar su mensaje y gestionarlo. Todas valen y, lo más importante, nos completan y son amigas.


Hace poco me pasó con la rabia. Tiene mala prensa, pero también es amiga (da mucha fuerza, por ejemplo) 


Cuando siento rabia se me enciende el pecho, como si tuviera fuego dentro, tanto que siento que mis sienes enrojecen, se me aprietan las mandíbulas y se me cierran los ojos “a media asta”, generalmente subiendo el párpado inferior. ¡Ah! Sí, las aletas de la nariz se abren y el labio superior también se tensa, como la nuca. Entonces mi respiración se hace mucho más fuerte, mis gestos también. Esto a veces resulta muy sutil e imperceptible, otras … otras no.


En estos ejemplos hay algo universal y seguramente reconocible para todos y hay algo también muy personal. Cada cuerpo es único y cada cual se entiende con el suyo.


Conocí a alguien cuya cercanía despertaba todo eso en mi cuerpo (de manera sutil).

En apariencia esa persona es alegre, creativa, amable, generosa, disponible, un poco desastre también y ¡maravillosa! Y lo es; no sólo en apariencia sino en actitud. Es una persona maravillosa. 


¿Entonces? 


Me imaginé alejándome. No me había hecho nada, pero dejar de compartir experiencias me  evitaría sentir rabia. Después sentí que eso no evitaría la rabia sino que la anclaría en mí para los restos: cada vez que viera a esa persona (que no tenía ni idea de mis sensaciones) ardería aunque ya no compartiéramos encuentros.


Me abrí entonces a la posibilidad de que esa rabia que yo sentía fuera algo suyo. Efectivamente yo no había tenido ninguna experiencia negativa en esa relación. Pensé que mi cuerpo estaba reflejando, avisándome, de una manera de vivir que tenía ese otro ser y que despertaba algo en mí que también conecta con eso. 
Entonces me dio mucha ternura. Pensé cuánto daño se podría estar haciendo, el dolor que le habrían infligido y cuántas conversaciones venenosas tendría para consigo si es que sentía rabia por su ser.

Eso sanó mi relación con ella y también con mi propia emoción. Pude compartir y ver desde la ternura, respirar, sonreír y fluir.Ahora sí estaba preparada  para decidir alejarme limpiamente. 


Su actitud y mi intuición no cambiaron. Cambié yo y cambiaron mis acciones. Cierto es que pude decidir también, pero sin rabia, no compartir más espacios de mi vida y poner límites.


Tiempo después (amigo tiempo) pude comprobar que mi intuición y su rabia eran ciertas.


¿Cuántas veces algo que no es nuestro se nos queda pegado y puede incluso fastidiarnos la jornada, la semana, el mes, el año, la vida? 

Después, eso sí, solemos echarle la culpa al otro porque “tiene ese carácter” o “es un miedoso/un rabioso/un desastre/un ruidoso/un… y tener que verle es que me fastidia la vida” cuando simplemente es un reflejo de que eso también existe en nosotros. No es mío, pero tampoco simplemente suyo.


Detectar los comportamientos ajenos y asumirlos como tales es un gran paso.


Detectar los propios, ser valientes para verlos, conocer cada emoción, sus mensajes en el cuerpo y poder así gestionarlos a favor es otro.


Eso sí: todas las emociones, sean propias o ajenas, tienen su sombra y su luz, sus frecuencias sanas y sus frecuencias dañinas. Estamos a tiempo, somos responsables y capaces para verlo y cambiar. 



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