LA
MAGIA
Fui con
mi hijo de tres años a un espectáculo de magia y al salir pidió que le comprara
una varita mágica.
Yo le
expliqué que sería mejor llegar a casa y construir una personalizada y única.
Lo
asumió bien pero le invadió cierta pena al ver su deseo transformado.
En ese
momento estábamos solos en toda la calle. Se abrazó a mi pierna, le acaricié y
cuando levanté la vista, pompas de jabón caían sobre nosotros.
Entonces
lo entendió: “Es verdad, la magia está en mí y puedo hacerla yo. Ahora sólo
necesito la varita para que me ayude un poco.”
Seguimos
andando y en el suelo apareció frente a sus pies una moneda de dos euros:
“¡Otra vez la magia, mamá!”
La
magia existe y nos rodea. Intuyo que depende de cuán preparados estemos para
verla.
A él le
pasan muchas cosas así. Desea algo, lo expresa y de una u otra forma, como
regalo que alguien le hace sin conocer su inquietud, como sorpresa en un huevo
de chocolate o como encuentro en una esquina, aparece en su vida aquello
deseado. Pienso en lo alineado que debe estar con la vida. Pienso y aprendo que
para él el tiempo no existe, él hace sin hacer, desea sin forzar y así, antes o
después consigue o… acepta.
Hace
días que nombramos juntos nuestra casa ideal. Tiene muchas habitaciones, salón
grande y una buhardilla. Ventanales luminosos que dan a un jardín que rodea la
fachada. Es en el centro de Madrid.
Jugamos
a imaginarla poniéndole formas y colores para hacerla nuestra.
Unas
cuantas noches atrás soñé con ella. Empecé a pensar que estaba en mi mente,
esos objetos deseados que a veces diseñamos en nuestra imaginación pero que no
necesariamente existen. Le conté mi sueño y estuvo de acuerdo en que era la
casa que queríamos
He
hablado y leído mucho sobre que soñar con casas es soñar con el interior de uno
mismo.
Ésta
estaba llena de luz, de rincones y de posibilidades. Me gusta que refleje así mi
interior y también que me haga soñar con una realidad.
Ayer,
con el día y la emoción un poco atascados, salí a pasear y a resolver varias
tareas que tenía fuera de casa y dentro de mí.
Caminé,
caminé, me centré en mis pasos y en soltar mi cuerpo, pensé y fluí con la
oferta que quiero ser al trabajo y al mundo y así, levanté la vista y la vi.
Una
entrada enorme en un edificio de apenas dos plantas que en otro momento
probablemente no me hubiera llamado la atención. Al fondo un patio con varios
portales, puertas de madera, jardines, farolas. A dos minutos andando de Gran
Vía.
¡EXISTE!
Pregunté
y efectivamente algunas de las viviendas eran de dos pisos y abuhardilladas,
como en mi sueño.
Hasta
ahora me había quedado en la ilusión, interiorizando que, siendo el centro de
Madrid no encontraría una casa con jardín.
Tenía
sin embargo la intuición de que si algo estaba en mi mente y lo proyectaba en
mi movimiento alineada con la vida y aprendiendo de mi hijo, aparecería. Ver
cuáles son los pasos para conseguirlo viene después.
Sabía
por encima de mí que en este caso primero quería encontrar el QUÉ y después
podría accionar hacia el CÓMO.
Al fin
y al cabo todo es magia.
Al fin
y al cabo la noche y los sueños son la verdadera escuela de la vida.
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