jueves, 8 de mayo de 2014

La Magia



 LA MAGIA



Fui con mi hijo de tres años a un espectáculo de magia y al salir pidió que le comprara una varita mágica.

Yo le expliqué que sería mejor llegar a casa y construir una personalizada y única.

Lo asumió bien pero le invadió cierta pena al ver su deseo transformado. 


En ese momento estábamos solos en toda la calle. Se abrazó a mi pierna, le acaricié y cuando levanté la vista, pompas de jabón caían sobre nosotros.


Entonces lo entendió: “Es verdad, la magia está en mí y puedo hacerla yo. Ahora sólo necesito la varita para que me ayude un poco.”

Seguimos andando y en el suelo apareció frente a sus pies una moneda de dos euros: “¡Otra vez la magia, mamá!”


La magia existe y nos rodea. Intuyo que depende de cuán preparados estemos para verla.

A él le pasan muchas cosas así. Desea algo, lo expresa y de una u otra forma, como regalo que alguien le hace sin conocer su inquietud, como sorpresa en un huevo de chocolate o como encuentro en una esquina, aparece en su vida aquello deseado. Pienso en lo alineado que debe estar con la vida. Pienso y aprendo que para él el tiempo no existe, él hace sin hacer, desea sin forzar y así, antes o después consigue o… acepta.


Hace días que nombramos juntos nuestra casa ideal. Tiene muchas habitaciones, salón grande y una buhardilla. Ventanales luminosos que dan a un jardín que rodea la fachada. Es en el centro de Madrid.


Jugamos a imaginarla poniéndole formas y colores para hacerla nuestra.

Unas cuantas noches atrás soñé con ella. Empecé a pensar que estaba en mi mente, esos objetos deseados que a veces diseñamos en nuestra imaginación pero que no necesariamente existen. Le conté mi sueño y estuvo de acuerdo en que era la casa que queríamos


He hablado y leído mucho sobre que soñar con casas es soñar con el interior de uno mismo.

Ésta estaba llena de luz, de rincones y de posibilidades. Me gusta que refleje así mi interior y también que me haga soñar con una realidad.

Ayer, con el día y la emoción un poco atascados, salí a pasear y a resolver varias tareas que tenía fuera de casa y dentro de mí.

Caminé, caminé, me centré en mis pasos y en soltar mi cuerpo, pensé y fluí con la oferta que quiero ser al trabajo y al mundo y así, levanté la vista y la vi.

Una entrada enorme en un edificio de apenas dos plantas que en otro momento probablemente no me hubiera llamado la atención. Al fondo un patio con varios portales, puertas de madera, jardines, farolas. A dos minutos andando de Gran Vía.


¡EXISTE!


Pregunté y efectivamente algunas de las viviendas eran de dos pisos y abuhardilladas, como en mi sueño.

Hasta ahora me había quedado en la ilusión, interiorizando que, siendo el centro de Madrid no encontraría una casa con jardín.

Tenía sin embargo la intuición de que si algo estaba en mi mente y lo proyectaba en mi movimiento alineada con la vida y aprendiendo de mi hijo, aparecería. Ver cuáles son los pasos para conseguirlo viene después.

Sabía por encima de mí que en este caso primero quería encontrar el QUÉ y después podría accionar hacia el CÓMO. 


Al fin y al cabo todo es magia. 


Al fin y al cabo la noche y los sueños son la verdadera escuela de la vida. 



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